domingo, 6 de julio de 2008

DE CHICO


Un día mi hija de 3 años y medio me pidió que le contara una historia para dormir... supuse que contarle la historia de un niño de su edad la llevaría a identificarse con el personaje, sin embargo, al ir hilvanando los retazos tuve que omitir partes no aptas para un niño de esa edad, a pesar de haberlas vivido en carne propia.
Le conté un par de cosas que viví a la edad de 4 años considerando que sería tan aburrido el cuento que la dormiría en dos minutos y sí, ella se durmió pero yo me quedé soñando con ese pasado lleno de magia.
El primer recuerdo que tengo es ese en que mi madre me baña en una tina larga de aluminio, el patio de la vecindad esta lleno ventanas con vidrios remendados, metal oxidado y macetas de muchos colores y olores. Es un paisaje soleado dónde señoras con delantales a cuadros pasean a mi alrededor... yo en pelotas disfrutando del baño y el masaje materno lleno de amor, ternura y seguridad. Aun puedo sentir esa agradable sensación.
Sin embargo, cuándo mi hija me pidió una historia, le platiqué del niño que no tenía amigos de su edad, que se la pasaba en la calle visitando las vecindades cercanas de su calle de la colonia Obrera, muy cerca del centro histórico de la Ciudad de México.
La curiosidad lo llevaba a visitar los lugares insólitos como aquella vecindad dónde fabricaban juguetes de hojalata de muchos colores. Entrar ahi era como visitar el planeta de los juguetes, siempre había luz, colorido, ruido de martillos, sierras eléctricas, metales brillantes y lluvia multicolor que tenían como resultado aviones, carritos, soldados, payasos, baiarinas y cualquier cosa que uno se pueda imaginar, sí, cruzar la puerta era encontrar magia.
Al caminar por la calle me encontraba con algun perro callejero que servía de novillo para darle alguno que otro pase con mi capote imaginario, era el matador de perros más conocido de la colonia por clavarle las banderillas hechas de papél periódico y terminar la faena haciendo huir de dolor a los chuchos flacos que tenían la mala suerte de encontrarme en su camino.
El aroma a pan de la panadería "La Guadalupana", siempre fue mi favorito. El triciclo repartidor era el vehículo que me llevaba a recorrer otras colonias vecinas repartiendo el pan y la leche del día. Mi chofer, el joven español siempre me esperaba antes de partir pues sabía lo feliz yo que era cruzando el viento en busca de nuevas aventuras sobre tlalpan o viaducto segun la ruta del dia. De ahi nació mi afición por viajar sin conducir y del delicioso pan recien horneado.
Los laberintos de la vecindad que estaba a media cuadra eran todo un secreto, no estoy tan seguro de haber conocido todos sus caminos, pero si a algunos de sus personajes, como el limonsnero tuerto que siempre tenía juguetes para las niñas que caían en sus sucias manos o el gordo aquél que vendía verduras y que cuándo le respondía alguna suma o multiplicación me recompensaba con algunas monedas por ser más inteligente que muchos de sus ayudantes, o aquél joven homosexual que vivía sólo con su mamá pero tenía muchos amigos chiquitos que entraban y salían cuándo esta no estaba...
En fin, era una especie de ciudad del pecado, maloliente y de gente muy obscura de la cual nunca encontré encanto más que el saber que no tenía que entrar ahi a pesar de que le llamaran la vecindad de los "cuates"...
Ahora que recuerdo si tuve un amigo. Lo conocí en el kinder y resulta que su papá era un luchador que se hacía llamar si mal no recuerdo "El Aguila Azteca" a quien vi muy pocas veces con máscara y sin ella.
El vivía a unas cuadras de mi casa y al parecer mi madre me dejaba ahi cuándo ellas se iba al mercado, le hacía compañía al niño un poco más grande que yo y que me sometía con alguna nueva llave que le enseñó su padre. Si, fui su sparring por un tiempo y también el que le enseño a leer pues no era tan bueno para la escuela como para torturar, especialmente a mi, su único amigo.
Creo que dejé de serlo el día en que pidieron permiso a mis padres para ir con su hijo de Disney World. Desconfiaron de ellos pensando en un posible robo y jamás supe de éste compadre ni del luchador que a pesar de ser enmascarado, nunca fue mi héroe.
Alguna vez llegó a vivir a la vecindad dónde yo vivía un verdadero superheroe o lo más parecido a éste.
El "ruso" era su apodo. Un tipo alto, rubio de ojos azules, vestido de piel y gafas obscuras montado en su motocicleta de agente de tránsito. Se que traía locas a las vecinas con esa pinta de Mike Rourke, aliento alcoholico casi todos los dias y encantador de tiempo completo con las mujeres y los niños. Todo un tipazo.
Hasta que un día, mientras yo estaba a punto de dormir en el cuarto contigüo con mis hermanos, se escucharon algunos golpeteos en su puerta, gritos de adultos maldiciendo y búscandolo por su apodo..
Del otro lado, lo mismo; y derepente... bang!, bang, bang!! Disparos hacía el exterior... mis hermanos cierran la puerta de nuestro cuarto con llave.. pasos apresurados en la azotea... gritos.. llantos.. más balazos.. mucha gente afuera y nosotros casi escondidos.. uno de mis hermanos pone un disco de Led Zepellin a todo volumen tal vez para que no me asuste.. yo sólo volteo hacia los ruidos pero choca mi mirada con los posters de chicas desnudas, bandas de los 70´s y películas como Tiburón y me escondó debajo de las sábanas.. más ruido, golpes en todas las puertas de la vecindad, en la nuestra más fuerte.. mis hermanos abren con miedo, entran dos personas con trajes obscuros.. no ven nada, se van.. y después.. silencio... mucho silencio... me quedo dormido en brazos de mi hermano Julio..
Al otro día el Ruso dejo de existir es lo que se rumoraba... mataron a nuestro heroe.
Por las noches había mucha vida, salíamos a echar la "cascarita" en lo que ahora es un eje vial, la calle de Manuél J. Othon era nuestra cancha oficial cuidandonos del paso del los pocos autos que transitaban o el trolebus con dirección a Chapultepec que circulaba por la zona.
Supongo que la seguridad era tan buena como para permitir que mis hermanos y yo jugaramos a esas horas o es tal vez nuestros padres tenían otras cosas en que ocuparse en ese horario que no requerían de nuestra presencia.
Mientras jugabamos en la calle, circulaban también las trabajadoras sexuales que bailaban en los cabarets aledaños como lo eran "La Burbuja", "El Molino Rojo", "El Ratón Loco", "El King Kong" entre otros..
Mis hermanos mayores las saludaban de beso y abrazo y a veces se desaparecian con alguna de ellas.
Recuerdo que alguna de ellas me llevó a su cuarto de azotea dónde vivía con otras 3. Decían que me parecía a uno de mis hermanos que le gustaba, entonces me apapachaban, me daban dulces, me atendían como rey mientras ellas paseaban desnudas, se cambiaban la ropa o sólo me acostaban con ellas para ver t.v.
Creo que de ahi nació mi encanto por las mujeres de ese tipo, atentas, deshinibidas y alegres.
Pero como dije antes, no es una historia que le cuentes a una niña de 3 años ¿o si?

DE CHICO


Un día mi hija de 3 años y medio me pidió que le contara una historia para dormir... supuse que contarle la historia de un niño de su edad la llevaría a identificarse con el personaje, sin embargo, al ir hilvanando los retazos tuve que omitir partes no aptas para un niño de esa edad, a pesar de haberlas vivido en carne propia.
Le conté un par de cosas que viví a la edad de 4 años considerando que sería tan aburrido el cuento que la dormiría en dos minutos y sí, ella se durmió pero yo me quedé soñando con ese pasado lleno de magia.
El primer recuerdo que tengo es ese en que mi madre me baña en una tina larga de aluminio, el patio de la vecindad esta lleno ventanas con vidrios remendados, metal oxidado y macetas de muchos colores y olores. Es un paisaje soleado dónde señoras con delantales a cuadros pasean a mi alrededor... yo en pelotas disfrutando del baño y el masaje materno lleno de amor, ternura y seguridad. Aun puedo sentir esa agradable sensación.
Sin embargo, cuándo mi hija me pidió una historia, le platiqué del niño que no tenía amigos de su edad, que se la pasaba en la calle visitando las vecindades cercanas de su calle de la colonia Obrera, muy cerca del centro histórico de la Ciudad de México.
La curiosidad lo llevaba a visitar los lugares insólitos como aquella vecindad dónde fabricaban juguetes de hojalata de muchos colores. Entrar ahi era como visitar el planeta de los juguetes, siempre había luz, colorido, ruido de martillos, sierras eléctricas, metales brillantes y lluvia multicolor que tenían como resultado aviones, carritos, soldados, payasos, baiarinas y cualquier cosa que uno se pueda imaginar, sí, cruzar la puerta era encontrar magia.
Al caminar por la calle me encontraba con algun perro callejero que servía de novillo para darle alguno que otro pase con mi capote imaginario, era el matador de perros más conocido de la colonia por clavarle las banderillas hechas de papél periódico y terminar la faena haciendo huir de dolor a los chuchos flacos que tenían la mala suerte de encontrarme en su camino.
El aroma a pan de la panadería "La Guadalupana", siempre fue mi favorito. El triciclo repartidor era el vehículo que me llevaba a recorrer otras colonias vecinas repartiendo el pan y la leche del día. Mi chofer, el joven español siempre me esperaba antes de partir pues sabía lo feliz yo que era cruzando el viento en busca de nuevas aventuras sobre tlalpan o viaducto segun la ruta del dia. De ahi nació mi afición por viajar sin conducir y del delicioso pan recien horneado.
Los laberintos de la vecindad que estaba a media cuadra eran todo un secreto, no estoy tan seguro de haber conocido todos sus caminos, pero si a algunos de sus personajes, como el limonsnero tuerto que siempre tenía juguetes para las niñas que caían en sus sucias manos o el gordo aquél que vendía verduras y que cuándo le respondía alguna suma o multiplicación me recompensaba con algunas monedas por ser más inteligente que muchos de sus ayudantes, o aquél joven homosexual que vivía sólo con su mamá pero tenía muchos amigos chiquitos que entraban y salían cuándo esta no estaba...
En fin, era una especie de ciudad del pecado, maloliente y de gente muy obscura de la cual nunca encontré encanto más que el saber que no tenía que entrar ahi a pesar de que le llamaran la vecindad de los "cuates"...
Ahora que recuerdo si tuve un amigo. Lo conocí en el kinder y resulta que su papá era un luchador que se hacía llamar si mal no recuerdo "El Aguila Azteca" a quien vi muy pocas veces con máscara y sin ella.
El vivía a unas cuadras de mi casa y al parecer mi madre me dejaba ahi cuándo ellas se iba al mercado, le hacía compañía al niño un poco más grande que yo y que me sometía con alguna nueva llave que le enseñó su padre. Si, fui su sparring por un tiempo y también el que le enseño a leer pues no era tan bueno para la escuela como para torturar, especialmente a mi, su único amigo.
Creo que dejé de serlo el día en que pidieron permiso a mis padres para ir con su hijo de Disney World. Desconfiaron de ellos pensando en un posible robo y jamás supe de éste compadre ni del luchador que a pesar de ser enmascarado, nunca fue mi héroe.
Alguna vez llegó a vivir a la vecindad dónde yo vivía un verdadero superheroe o lo más parecido a éste.
El "ruso" era su apodo. Un tipo alto, rubio de ojos azules, vestido de piel y gafas obscuras montado en su motocicleta de agente de tránsito. Se que traía locas a las vecinas con esa pinta de Mike Rourke, aliento alcoholico casi todos los dias y encantador de tiempo completo con las mujeres y los niños. Todo un tipazo.
Hasta que un día, mientras yo estaba a punto de dormir en el cuarto contigüo con mis hermanos, se escucharon algunos golpeteos en su puerta, gritos de adultos maldiciendo y búscandolo por su apodo..
Del otro lado, lo mismo; y derepente... bang!, bang, bang!! Disparos hacía el exterior... mis hermanos cierran la puerta de nuestro cuarto con llave.. pasos apresurados en la azotea... gritos.. llantos.. más balazos.. mucha gente afuera y nosotros casi escondidos.. uno de mis hermanos pone un disco de Led Zepellin a todo volumen tal vez para que no me asuste.. yo sólo volteo hacia los ruidos pero choca mi mirada con los posters de chicas desnudas, bandas de los 70´s y películas como Tiburón y me escondó debajo de las sábanas.. más ruido, golpes en todas las puertas de la vecindad, en la nuestra más fuerte.. mis hermanos abren con miedo, entran dos personas con trajes obscuros.. no ven nada, se van.. y después.. silencio... mucho silencio... me quedo dormido en brazos de mi hermano Julio..
Al otro día el Ruso dejo de existir es lo que se rumoraba... mataron a nuestro heroe.
Por las noches había mucha vida, salíamos a echar la "cascarita" en lo que ahora es un eje vial, la calle de Manuél J. Othon era nuestra cancha oficial cuidandonos del paso del los pocos autos que transitaban o el trolebus con dirección a Chapultepec que circulaba por la zona.
Supongo que la seguridad era tan buena como para permitir que mis hermanos y yo jugaramos a esas horas o es tal vez nuestros padres tenían otras cosas en que ocuparse en ese horario que no requerían de nuestra presencia.
Mientras jugabamos en la calle, circulaban también las trabajadoras sexuales que bailaban en los cabarets aledaños como lo eran "La Burbuja", "El Molino Rojo", "El Ratón Loco", "El King Kong" entre otros..
Mis hermanos mayores las saludaban de beso y abrazo y a veces se desaparecian con alguna de ellas.
Recuerdo que alguna de ellas me llevó a su cuarto de azotea dónde vivía con otras 3. Decían que me parecía a uno de mis hermanos que le gustaba, entonces me apapachaban, me daban dulces, me atendían como rey mientras ellas paseaban desnudas, se cambiaban la ropa o sólo me acostaban con ellas para ver t.v.
Creo que de ahi nació mi encanto por las mujeres de ese tipo, atentas, deshinibidas y alegres.
Pero como dije antes, no es una historia que le cuentes a una niña de 3 años ¿o si?